Soluciones circulares para los sistemas de saneamiento

 

¿A quién le importan los váteres? Quizá hemos asumido que los servicios de saneamiento son siempre accesibles y seguros para todos, pero la realidad es que más de 3600 millones de personas en el mundo no tienen acceso a sistemas de saneamiento gestionados de forma segura, lo cual supone casi la mitad de la población mundial.

Naciones Unidas quiere concienciar de la importancia de estos salvavidas que son los servicios de saneamiento, ya que evitan la transmisión de enfermedades y facilitan la salubridad. No es solo un derecho, sino una cuestión de salud pública. Por ello, el Día Mundial del Saneamiento, que se conmemora el 19 de noviembre, toma una relevancia especial para mostrar esta realidad invisible que genera problemas de salubridad, puesto que un saneamiento deficiente contamina las fuentes de agua potable, los ríos, las playas y los cultivos alimentarios, y propaga enfermedades entre la población. La pandemia de la COVID-19 también ha puesto de manifiesto la importancia vital de estos servicios para prevenir y contener las infecciones.

En los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, el compromiso del ODS número 6 es garantizar el agua y el saneamiento para todo el mundo en el año 2030. Pero las ratios actuales de progreso nos indican que solo se habrá alcanzado el 67 % de la cobertura a escala mundial.

Los episodios climáticos extremos, como inundaciones y sequías, y el aumento del nivel del mar que provoca el calentamiento global son un grave riesgo para los elementos de los sistemas de saneamiento (tuberías, tanques y plantas de tratamiento) y pueden provocar vertidos de aguas residuales. Tal situación nos obliga a dotar los territorios, urbanos y rurales, de sistemas más resilientes y adaptados a la nueva situación climática.

Así pues, aún nos podemos seguir preguntando por qué celebramos un día mundial del váter.

Según la ONU, los sistemas de saneamiento están infrafinanciados, mal gestionados y descuidados en muchas partes del mundo, y las consecuencias son devastadoras, especialmente en las comunidades más pobres.

Colaboración público-privada para mantener las instalaciones

Podemos pensar que en nuestro país la situación es diferente, pero aún nos queda camino por recorrer en materia de gestión de aguas residuales. La Unión Europea indica a sus Estados miembros que tienen que seguir apostando por el tratamiento avanzado en los sistemas de depuración. Eso supone invertir, con un modelo de colaboración público-privada, en las instalaciones para atender las directivas europeas y para conseguir sistemas más resilientes ante el impacto del cambio climático.

 

 

Agbar transforma las depuradoras para regenerar el agua

En Agbar seguimos comprometidos con el objetivo de garantizar el agua y el saneamiento de calidad para todos. Desde las 200 depuradoras que gestionamos en Cataluña, afrontamos el desafío climático y hacemos más sostenible todo el proceso de depuración. En este sentido, hemos reutilizado 4,98 m3 de agua durante el 2020, el equivalente a 1910 piscinas olímpicas, para riego agrícola y de zonas verdes, limpieza de calles y usos ambientales. En el contexto de una economía circular, en la que el desarrollo económico se equilibra con la protección de los recursos naturales y la sostenibilidad ambiental, las aguas residuales representan un recurso valioso que hay que gestionar de forma sostenible. La innovación y la transformación tecnológica deben acompañar este desarrollo sostenible. Esta es nuestra apuesta como compañía.

Por ello, hemos dado un paso más y estamos transformando las instalaciones que gestionamos en ecofactorías, una innovadora propuesta de gestión que se rige por los principios de la economía circular. Esta fábrica de recursos circular cubre el 100 % de sus necesidades energéticas con recursos públicos a partir de la valorización del biogás producido mediante la digestión de los lodos de la depuradora, y de la producción de energía eléctrica a través de fuentes renovables con un balance cero de dependencia energética y de emisiones de CO2. Asimismo, en la ecofactoría se da una segunda vida al agua residual, con tratamientos que permiten reutilizarla y, con ello, reducir las extracciones. El objetivo es que el impacto en el medioambiente sea cero, mediante una estrategia circular en la gestión del ciclo del agua, la autosuficiencia energética y el residuo cero.

Este modelo, premiado por Naciones Unidas, se está aplicando en la gestión de las instalaciones de saneamiento en alta de once municipios de la Costa Brava de los cuales es titular el Consorcio de Aguas Costa Brava Girona (Palamós, Palafrugell, Mont-ras, Vall-llobrega, Calonge, Castell-Platja d’Aro, Sant Feliu de Guíxols, Santa Cristina d’Aro, Tossa de Mar, Lloret de Mar y Blanes), y también se avanza en este sentido en el saneamiento en alta de los municipios tarraconenses de Montblanc, Espluga de Francolí, Vimbodí, Santa Coloma de Queralt, Solivella y Senan, de los que es titular el Consejo Comarcal de la Conca de Barberà.

Soluciones innovadoras como esta son medidas que nos permiten mejorar los sistemas de saneamiento en nuestro territorio y seguir avanzando para conseguir el ODS número 6. Los sistemas de saneamiento nos deben ocupar y preocupar para contribuir, entre Administraciones, compañías y ciudadanía, a una gestión sostenible de estos servicios y de los recursos naturales.

Y tú, ¿qué puedes hacer por los sistemas de saneamiento de tu municipio?

Si echas residuos al váter, como colillas, aceite, medicamentos, mascarillas, guantes y productos para el cuidado personal (toallitas higiénicas, pañales de bebé, bastoncillos de algodón, discos desmaquilladores, tampones, etc.), estás dañando el sistema de saneamiento, porque son productos de difícil desintegración por el desagüe, provocan un deterioro de la red y suponen una costosa factura económica y medioambiental.

Según la Asociación Española de Abastecimiento de Agua y Saneamiento (AEAS), en una ciudad de unos 300 000 habitantes se recogen alrededor de 10 kg de estos residuos por persona al año. Estos restos obstruyen las canalizaciones y suponen un coste total estimado de unos 230 millones de euros al año.