PELIGRO: ¡ALTO VOLTAJE!

Electricidad estática. Entre los días 6 y 8 de noviembre de este año hemos tenido una entrada de vientos del norte, fríos y muy secos. Vientos de poco recorrido marítimo del interior de Europa; y, además, procedentes del Pirineo, aún más secos. Quizá ha comprobado que, durante aquellos días, a menudo le daba calambre al tocar objetos metálicos, la nevera, la puerta del coche... En esos días teníamos humedades muy bajas, del 10 % al 30 %. Posteriormente, con la llegada de una masa de aire más húmeda de levante, el porcentaje se elevó incluso por encima del 80 %. La explicación es simple: las personas nos vamos cargando de electricidad estática continuamente, pero la humedad que nos rodea la absorbe; ahora bien, si no hay humedad o esta es muy baja, vamos reteniendo esta electricidad hasta que, al tocar un objeto metálico, nos liberamos de ella, al menos momentáneamente, y entonces se provoca una pequeña descarga mínimamente dolorosa.

Las condiciones favorables para dar calambre son estas: llevar zapatos con suela aislante, que son los más habituales; tocar algunos tejidos sintéticos, o material que sea plástico; y tocar electrodomésticos. También, cuando nos peinamos, se nos erizan los pelos y pueden salir pequeñas chispas; incluso puede verlas a oscuras, cuando se quita un jersey sintético. Y si tiene un gato y le toca el pelaje, con humedades muy bajas, el animal irá enfadándose, molesto por las descargas eléctricas producidas. En un coche, las principales fuentes que generan electricidad estática son las pastillas de los frenos y la correa de ventilación.

 

Algunas soluciones: tocar objetos metálicos con frecuencia para ir descargando electricidad continuamente; poner chinchetas en la suela de los zapatos —nos lo dijo un conocido..., pero no lo hemos comprobado—; colocar tiras flexibles de cobre en la parte inferior del coche (consúltelo con su mecánico); tocar el suelo con las manos o andar a cuatro patas (realmente incómodo); e hidratarse la piel con cremas hidratantes o beber más líquidos (con humedades normales, la piel transpira de 1000 a 1500 mililitros al día, mientras que con humedades muy bajas se pueden evaporar hasta 7000 mililitros al día). En una oficina o en la vivienda, el mejor método es provocar un aumento de la humedad, bien sea mediante la ebullición de agua o con un humidificador.

 

El maestro de los rayos. Seguimos hablando de electricidad, y concretamente de un hombre con amplísimos conocimientos al respecto: Nikola Tesla. Conocido como «el maestro de los rayos» (1856-1943), Tesla nació en Croacia, pero en 1884 se trasladó a Nueva York. Fue un científico e inventor extraordinario. Fabricó el teleautómata, o primer aparato de control remoto, y fue el primero en transferir electricidad de un lugar a otro sin necesidad de cables, al construir el primer teletransmisor. Entre Thomas Edison y él surgió una rivalidad sin límites que dio lugar a la «guerra de las corrientes». Edison era partidario de la corriente continua, y Tesla de la corriente alterna. El tiempo dio la razón a Tesla, aunque sin ningún reconocimiento. Fue el primero en llevar a cabo estudios sobre las ondas electromagnéticas o las ondas del radar, y en detectar ondas de radio en el espacio... I también fue el inventor de la radio, aunque hasta la década de los 60 del siglo pasado no se le reconoció este hecho.

En el campo de la meteorología, su ayuda ha sido imprescindible para conocer las consecuencias del impacto de los rayos en edificios. Fue un genio a menudo incomprendido, incluso tildado de «científico loco», quizá por la importancia de algunos de sus inventos, que podían desbaratar los intereses de poderosas empresas americanas.

 

Aun así, en la etapa final de su vida se volvió arisco, introvertido, y planteó una serie de ideas realmente esperpénticas: propuso alterar la ionosfera mediante la transmisión de potentes ondas electromagnéticas y, así, cambiar el clima de la Tierra; e, incluso, iluminar el desierto del Sahara para demostrar a los extraterrestres que la Tierra estaba habitada por seres inteligentes; o también...

 

Un tsunami de locos. «No están lejos los tiempos en que las tremendas pérdidas de la guerra se acabarán.» Obsesionado por poner fin a la guerra, Tesla intentó vender reiteradamente al Ministerio de Defensa de Estados Unidos un torpedo teledirigido, cargado con 30 toneladas de dinamita: se haría detonar a distancia, a la profundidad del mar precisa y en el momento oportuno, y provocaría una ola monstruosa seguida de un «agujero» de 200 metros que se tragaría la flota enemiga.

En la ilustración adjunta, Tesla comenta: «La nave se hundiría muy por debajo de la superficie, en caída libre, y no volvería nunca.» De locos. Pero recordemos que, unas décadas después, el Ministerio de Defensa de Estados Unidos llevó a cabo pruebas nucleares (entre 1948 y 1958) en el atolón de Enewetak, en el Pacífico. En 1952, y en el mismo lugar, también se explosionó la primera bomba de hidrógeno, que provocó un tsunami y la desaparición de la isla de Elugelab. También de locos.

Alfred Rodríguez Picó