Héroes del frío

Este invierno no quiere dejar de sorprendernos. Hemos tenido una buena entrada fría, pero seguramente no será la última. Nosotros lo aliñaremos ahora… con más frío. Abríguese: guantes, bufanda, calentadores… Si no quiere pasar auténtico frío, no siga leyendo…

 

ATRAPADOS EN EL HIELO

Ernest Shackleton fue un héroe con mayúsculas. Él y veintisiete hombres más se dirigieron hacia el continente antártico en 1914 y, a tan solo 160 kilómetros de la meta, el Endurance, el barco en el que navegaban, quedó atrapado y posteriormente destruido por el hielo. Uno de los integrantes de la expedición era el fotógrafo Frank Hurley, que captó y documentó todos los momentos de la increíble aventura, que se prolongó durante veinte meses, veinte terribles meses de frío extremo, tormentas de nieve, oscuridad. La extraordinaria capacidad de liderazgo de Shackleton combatió momentos de gran pesimismo, de desesperación. Dormía con los integrantes más problemáticos y, si alguien no resistía la situación y se desesperaba y rompía a llorar, lo obligaba a trabajar inmediatamente. Una vez acabadas las provisiones, tuvieron que comer carne de foca y de pingüino, y de pájaros durante los meses menos fríos. Habían pasado casi dieciséis meses cuando seis miembros de la tripulación, incluido Shackleton, cogieron una pequeña barca de poco más de 6 metros y partieron en busca de ayuda. Fue un viaje de riesgo extremo, navegando más de 1300 kilómetros en una zona afectada por potentes perturbaciones. En una fotografía se observan a los veintidós miembros de la expedición despidiéndose de los integrantes de la barca, sin saber si algún día volverían a verlos o serían rescatados.

 

 

Pasaron cuatro meses de incertidumbre y nerviosismo hasta que el 30 de agosto de 1916 apareció en el horizonte un barco con nuestro héroe a bordo.

 

Estamos hablando de principios del siglo xx… Ahora vayamos al siglo xvi

 

LOS TRES VIAJES DE BARENTSZ

Para empezar, intentemos situarnos en la época en la que transcurrían las increíbles aventuras de nuestro protagonista: el siglo xvi, una tiempo de inviernos largos y rigurosos. El holandés Willem Barentsz (1550-1597) era un cartógrafo que había navegado por todo el Mediterráneo completando un magnífico atlas. Pero su verdadera obsesión era viajar desde Holanda hasta el norte de Noruega, encontrar un paso libre de hielo por el norte de Rusia y poder alcanzar las Indias orientales, donde Holanda tenía importantes intereses comerciales. Sabía que se enfrentaría a tormentas de nieve y fríos insoportables, y que quizá tendría que pasar un invierno bloqueado por los hielos, aunque los científicos de la época aseguraban, erróneamente, que las aguas que rodeaban el polo Norte estaban libres de hielo. El 5 de junio de 1594 sale con varios barcos subvencionados por el gobierno. Navegan sin incidentes destacables, alcanzan el norte de Noruega y dos barcos encuentran un paso entre los hielos que les permite llegar a las costas de Siberia.

 

 

Vuelven con la sensación de haber conseguido el objetivo, y rápidamente se preparan para un segundo viaje, que se realiza en 1595. Parten siete naves e, igual que en la primera expedición, Barentsz capitanea una de ellas. Pero esta vez las cosas no van tan bien. Este año el invierno se ha retrasado y, cuando alcanzan el mar de Kara, observan que está completamente congelado. Con gran sentimiento de frustración se ven obligados a regresar, pero les sorprende una gran tormenta de nieve. Mueren bastantes tripulantes. Ya de vuelta, Barentsz programa un tercer viaje, esta vez sin subvención a causa del fracaso de la segunda expedición.

 

 


Como el gobierno ya no quería dar más subvenciones, Barentsz parte de Ámsterdam con tan solo dos naves. Esta vez el viaje se inicia el 10 de mayo, casi un mes antes que las expediciones anteriores. Siguieron una ruta más hacia el norte y, cuando dejaron Noruega, descubrieron un archipiélago, las Svalbard o Spitsbergen, que erróneamente consideran parte de Groenlandia. Poco después, las naves se separan. La de Barentsz se dirige hacia el este; y la otra nave, hacia el noroeste. Pero los días pasan, el verano llega a su fin y, a principios de septiembre, las temperaturas bajan en picado. El 11 de este mismo mes, el barco de Barentsz queda atrapado por el hielo. Los dieciséis hombres de la tripulación se preparan para pasar el invierno. Con parte de la madera de la nave construyen una cabaña. Llega el invierno, y los fríos que aguantan son terribles. Para calentarse, ponen sobre el fuego balas de cañón y piedras que mantienen la cabaña mínimamente soportable.

 

 

Por suerte tienen abundantes provisiones, pero los barriles de cerveza explotan al congelarse el líquido. Con el tiempo la comida escasea, pero pueden matar algunos zorros e incluso un oso. Los insoportables fríos del invierno y el escorbuto matan a varios tripulantes. El 20 de junio también muere Barentsz. Cuando los hielos se empiezan a fundir, los supervivientes cogen dos pequeñas barcas e inician el regreso. Siete semanas después, el otro barco de la expedición los encuentra. La cabaña donde Barentsz y su tripulación pasaron este terrible invierno fue encontrada casi intacta por un cazador de focas noruego en 1871.