El tiempo está loco

Seguro que muchos de ustedes lo habrán afirmado en más de una ocasión. La de veces que hemos oído que antes llovía más, que hacía más frío, que teníamos primavera y otoño y ahora pasamos de invierno a verano sin transición… Intentemos esclarecer un poco si realmente el tiempo está tan loco como parece.

Sin duda alguna, a partir de la Revolución Industrial de mediados del siglo xix, el hombre no ha hecho más que ensuciar la atmósfera. A partir de la década de 1980 empezamos a darnos cuenta (no todos) de hasta qué punto la estamos contaminando. Por lo tanto, las evidencias de un aumento de la temperatura en el planeta a causa del hombre son irrefutables. Pero no todos los cambios bruscos de tiempo, no todos aquellos fenómenos que destacan por su violencia o persistencia se deben relacionar con el cambio climático antropogénico; ahora bien, sí que es absolutamente seguro que los fenómenos extremos están aumentando en violencia y frecuencia, y que, como rasgo característico del calentamiento del planeta, aparecen altas temperaturas o heladas en épocas del año en que antes era más difícil observarlas.

Rafael d’Amat i de Cortada, más conocido como «barón de Maldà» (Barcelona 1746-1818), estuvo durante 47 años anotando día a día la vida en la sociedad catalana, y así llegó a culminar una obra extensísima de 73 volúmenes titulada Cajón de sastre. Mucha información la recogía de las tertulias que se hacían en los primeros «cafés» que se instalaron en Barcelona (hasta 13 en 1802, casi todos en las Ramblas), bebiendo horchata, naranjada, limonada, agua de albaricoque y el producto estrella de aquellos años: el chocolate. Entre sorbo y sorbo del delicioso brebaje hablaban del tiempo.

 

Durante muchos años vivió en la calle del Pi. Tenía unos cuadernos en los que iba anotando cada día la temperatura y los diferentes fenómenos meteorológicos que se registraban sobre Barcelona. Hay algunos comentarios graciosos o curiosos. Explica que en una ocasión se abatió una tormenta tan fuerte sobre la ciudad que, presa del pánico por los horribles truenos, se escondió debajo de la cama. Con tan solo 14 años, en 1760 ya comenta los fríos rigurosos de aquel invierno que llegaron a congelar el agua del puerto de Barcelona en frente de Montjuïc. Pero el comentario al que siempre recorre es el de que «el tiempo está loco». En 1786 incluso se atrevió a decir algo que hoy en día está en boca de todos: «El clima está cambiando y las estaciones no responden a su orden natural». También encontramos un comentario curioso: «Un nuevo ejemplo de locura: ahora los rosales florecen en pleno mes de diciembre...».

 

La percepción de que el tiempo está loco la hemos tenido siempre y la tendremos siempre. Efectivamente, Cataluña siempre ha tenido un tiempo «loco», y pocos años, a excepción de las décadas de los 50 y los 60, podíamos gozar de auténticas primaveras y otoños. El mar Mediterráneo y la latitud en la que nos encontramos, a medio camino del polo y del ecuador, contribuyen a esta «locura».

¿Es cierto que ahora llueve menos que antes o nieva mucho menos? Intentaremos esclarecerlo. La impresión es que, efectivamente, llueve menos, pero las estadísticas no engañan y, por ejemplo, en la ciudad de Lleida, durante los últimos setenta años, la precipitación media no ha variado; o la de Barcelona incluso ha aumentado ligeramente. Lo que sí ha cambiado es la regularidad. Es decir, hace cuarenta o cincuenta años teníamos más días de precipitación al año, mientras que ahora tenemos menos días, pero la precipitación es más intensa. En Barcelona podíamos llegar a tener una tormenta de 100 litros cada 20 años, y ahora la tenemos cada año.

 

En cuanto a las nevadas, únicamente diremos que entre 1905 y 1920 fueron muchos los inviernos con nieve tan solo en las cimas del Pirineo. Hemos visto fotografías de lo que son actualmente las pistas de esquí de La Molina o Núria, captadas en enero de aquellos años con claros de nieve en lo alto. Como no había pistas de esquí, nadie se quejaba de la falta de nieve.

Cuando vamos por las comarcas de Lleida, nos comentan que antes las nieblas duraban mucho más. La memoria meteorológica suele jugarnos malas pasadas. Son ciclos que se van repitiendo. En la década de los 80 nos decían que antes tenían menos nieblas; y en la de los 90, que eran más persistentes.

Pero, para terminar, y como decíamos al inicio, todo esto no impide que el grado de «locura» atmosférica esté aumentando. Y un ejemplo lo tenemos en lo que está pasando este año en buena parte del continente europeo: récords de calor en marzo; récords de frío en abril; cosechas devastadas; altísimas temperaturas a finales de abril entre Grecia y Turquía, con máximas en la costa norte de Creta de 35 °C el 30 de abril, pero con mínimas de 30,7 °C, datos nunca registrados en ningún punto del continente en un mes de abril en los últimos siglos…, mientras aquí nos helábamos de frío. Observad alguna imagen de técnicas utilizadas el pasado abril en Francia para combatir las heladas en las cosechas.